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Biografía

    Un seis de enero de 1952, nace Jaime Gil Peñarrocha en Manises, Valencia. Desde muy niño siente una especial atracción por el dibujo y el modelado. Cualquier objeto con el que pudiera rayar, le servía para hacer garabatos y dibujitos. En no pocas ocasiones, se ganó las regañinas de su madre por “dibujar” en el mantel de la mesa, en las paredes de su cuarto, etc.

    Cada día, esperaba con ansiedad el regreso de su padre para arañar restos de barro que quedaban adheridos en el carro que utilizaba para transportarlo desde el molino a las fábricas de cerámica. Con los restos de barro conseguidos, se afanaba en realizar pequeñas figuras de animalitos y muñequitos que, por su temprana edad, despertaban la admiración de sus padres Cuando los daba por terminados, los ponía a secar al sol o los acercaba a las brasas de la chimenea, como si de forma inconsciente supiera de la necesidad de “cocer” las piezas.

    Ya en el Instituto, tuvo la suerte de ser alumno de D. José Vivó, profesor de dibujo, de quien aprendió lo esencial para comenzar a dibujar con criterio. Pero, sobre todo, le enseñó a amar el dibujo y potenció sus cualidades innatas.

    Después del Bachillerato y, pasado algún tiempo, por un cúmulo de casualidades y sin saber muy bien ni cómo, ni por qué, se vio realizando prototipos para cerámica y porcelana.

    Claro que, viviendo en Manises en aquella época, el contacto con el mundo de la cerámica era prácticamente obligado para una persona con inquietudes artísticas. Había dos opciones: los pinceles o el barro. A Jaime, le dio por el barro. Y es en aquél tiempo cuando decide hacer de esa inquietud, su profesión.

    La ausencia de formación académica no fue para él un obstáculo, ya que a sus cualidades naturales, se sumó su gran inquietud y sus deseos de avanzar y cultivarse en el plano artístico, lo que le llevó a devorar libros, recorrer Museos, asistir a exposiciones…Todo lo que tuviera que ver con el mundo del arte tiraba de él con una fuerza atractora imposible de resistir. Y, como una esponja, trataba de absorber todo cuanto podía, tanto de artistas clásicos como contemporáneos.

    Así, empezaría a compaginar la escultura industrial con la personal, haciendo incursiones en exposiciones colectivas, concursos (recibe sus primeros galardones) y encargos particulares.

    Desde entonces, Jaime Gil ha continuado con esta dualidad artística, lo que le ha permitido trabajar con importantes empresas del sector industrial (mueble, iluminación y decoración) y desarrollar obra personal, que se ha traducido en numerosas exposiciones y encargos particulares. Y, todo ello, sin perder un ápice del entusiasmo que da trabajar en aquello por lo que se siente verdadera pasión. Todo un privilegio.